Mis ojos escudriñan el más allá.
Demasiados fantasmas flotan en un limbo denso y mi mano al caminar siente su presencia intentando evitar que me penetre su dolor y su recuerdo.
La nostalgia de los siglos se aferraba a mi garganta desde mi adolescencia , ya hastiada deseaba evadirme de esta isla que nos aprisiona a todos como la maga Circe, emprendí mi largo viaje de retorno a casa.
Pocos lugares me atraen como el acantilado, pues al divisar el horizonte me siento lejos de este terruño mediterráneo, pocos lugares me dan la paz que anhelo como las montañas nevadas silentes cuyo reclamo se adentra en mi alma:
-Ven. Te esperábamos desde tiempos inmemoriales. Ven y recorre el sendero de tu alma.

Como Sísifo y su peñasco, recorría las colinas y mi ascensión apresurada no consiguió colmar mi cuenco interior con las certezas que necesitaba.
Rotas en pedazos las rutas que marcaban mis mapas, desviados los caminos que se pusieron ante mis piés andarines; jirones mis vestiduras y transmutado mi aspecto y mi mirada .
Aquellos con los que intentaste compartir en tu camino: quimeras.
Los frutos que diste: puros y hermosos.
Las despedidas amargas y lacerantes todas, elegiste con el corazón y no con tu mente.
Hoy.
Quietamente observas, como un felino acechas en silencio la apertura de esa puerta escondida que te conducirá a la liberación de todos tus fardos de causa y efecto.
Hoy.
Sonries complaciente y contemplas un campo minado ante ti.
¿Vas a salir de tu escondrijo?.
¿Serás capaz de arriesgarte de nuevo?
Los riesgos te esperan en el campo de tu descenso, ya subiste a la cima y solo puedes regresar .
Miro a los ojos al miedo y éste desaparece.
Me descalzo, para sentir hundirse mis pies en la hierba.
Abro los brazos, para acariciar el aire y lo que me ofrezca.
Siento los fantasmas con mi cálida piel decirme quien soy en realidad y no voy a escucharles por un tiempo, pliego las alas de un Dédalo condenado a vagar en solitario sobre los mares, cierro un capítulo desmesurado y entierro el hacha de guerra.