Delicatessen
Siempre he apreciado en las exquisiteces la brevedad, el efímero regusto que dejan en el paladar.
Son para mi un claro ejemplo la fina reposteria y los bombones de Lenôtre, que tuvo a bien enviarme un queridísimo amigo desde Paris.
En esta ocasión me he deleitado con otro sabroso regalo que ha endulzado mis horas con su lectura; tan sorprendente librillo me place recomendaros para que sea leido en la penumbra y silencio de vuestras guaridas.
En su interior se aprende lentamente, igual que un amante descubría enagua tras enagua las sensuales curvas de su amada, las delicias de la estética Nipona en cuestiones visuales cotidianas y como "lo aparente" no siempre es "lo real".
Me ha cautivado la visión ensalzadora de las virtudes de la falta de luz en las estáncias y el porqué se aprecia aún hoy día esa tenebrosa ambientación que de alguna manera reinventa las propiedades de los objetos y las personas.
Aunque el ensayo toca muchísimos aspectos de la vida práctica y los objetos de uso personal, amén de temas cosméticos y culinarios, es tan bello e ilustrativo en sus escasas 95 páginas que creo se debería leer con mesurada parsimonia diaria para que se prolongue el placer que proporciona, a modo de tántrica experiencia que mesure el tiempo con estaticidad oriental.
Disfrutad acariciando sus páginas...