Aquel verano vi estrellas fugaces

Una noche de San Lorenzo en Agosto del 2003 un grupo de amigos nos fuimos a la playa de Cala Blava bien entrada la noche y armados de mantas, velas, incienso, algo para picar y Nelson se trajo hasta la nevera llena de botellas de vino, que nadie tocó y que por cierto, él se quedó dormido y roncaba mientras el resto, congelados de frio por el biruji que corria a ras de la arena, dábamos un salto cada vez que veíamos una con asombro, como niños de tres años, vaya pardillos.
Hay momentos en la vida que no pueden volver, como esas estrellas, esos destellos que duran un instante, y francamente no vale la pena perderse detalle de esta pobre existencia quejándonos de nuestras desgracias personales.
Yo fui durante muchísimos años una de esas quejicas, lamentándome siempre de mis penas, mis uñas comidas por la inseguridad, la soledad a la que me condenaban los chicos que no me aceptaban y a los cuales me declaraba con todo el descaro del mundo. No comprendía el mal humor reinante en mi familia y me sentía una desgraciada total, sin embrago, a mis 19 años, residiendo en Barcelona pues frecuentaba el conservatorio, me sorprendi a mí misma siendo una jovencita encantadora ante un encargado de una tienda inmensa de la calle Aragon de la ciudad Condal, aun existe el emporio en cuestión, seguro que la conocéis porque es enorme, entonces me dije muy en serio:
- Mira niña, no vas a seguir siendo un cardo borriquero el resto de tus dias. O dejas atras las malas caras de víctima del mundo o estás condenada a morir infeliz y esquirol apestosillo lejos de la gente maravillosa que sí existe en este mundo. Y a los que son indeseables los evitas y santas pascuas. Deja de buscar en los demas ese ideal que crees que te va a redimir de este mundo cruel. Es más, conviertete tú en ese ser maravilloso que deseas tener a tu lado, y a ver que pasa.
Bien, han pasado 20 años y ahora puedo decir que consegui alcanzar mi objetivo. ha costado mucho esfuerzo y mucha introspección, lloros y mocos copiosos, un divorcio y varias rupturas sentimentales muy dolorosas.

Aprendí a tener coraje haciendo de tripas corazón. A sonreir siempre ante toda circunstancia y sobre todo a no hacer pagar el pato a los demas por culpa de mis inseguridades y dudas. Ya no me como las uñas, ni me hago pis en la cama como de pequeña, he aprendido a decir "gracias", y a decir "no" a tiempo; me conformo con muy poco y me siento feliz con tantos amigos y acepto a mi familia como es, no es culpa mia si son gentes de temperamento explosivo.
Lo que no he solucionado es lo que no depende de mi. Y cuando veo a personas estupendas que tiene la autoestima por los suelos me dan ganas de abrazarlas, pero algunos son como erizos y no sé como decirles:
-Hola, sal de tí mismo de una vez, narices,
No es lícito hacerlo, deben tocar fondo ellos solitos, y cuando se ahoguen en sus mocos no les quedará más remedio que salir a tomar el aire, yo les deseo todo lo mejor y lamento ver que la gente sufre por ser demasiado sensible, pues hay muchos que ni se comen el coco y son felices sin preocuparse de nada.

Los tiempos de cada persona se deben respetar religiosamente, y lo mismo sus silencios, yo me callaré para siempre y dejaré de incordiar , llevaré mi alegria donde no moleste.